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Casas, calles, barrios y… ¿ciudades que curan?

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UNIDOS CONTRA EL CORONAVIRUS

Los autores nos proponen aprovechar el confinamiento para repensar desde la proximidad la relación entre nuestra casa, el barrio y la propia ciudad. En especial se hace hincapié en la urbe, a la que deberíamos ver como un lugar que protege y no como un sitio del cual huir.

(Foto: mayorga+fontana arquitectos)

No, ¡no necesitamos volver a la normalidad!

"Estar en casa", “asomarse al balcón o a la ventana” y “salir al barrio” son para la mayoría de nosotros tres de las actividades más comunes de estos días. Acciones que en algún caso han evidenciado necesidades —domésticas y urbanas— de las cuales no teníamos conciencia o que, simplemente, hacían parte de nuestra rutina, sin prestarle mucha atención: en casa, la necesidad de espacios más adaptables para albergar actividades diferentes que antes hacíamos fuera; de una buena orientación; de espacios exteriores, balcones, terrazas o simplemente ventanas con vistas dignas y, en el barrio, la necesidad de servicios de proximidad y de lugares más cercanos para llevar a cabo las pocas actividades permitidas, sin grandes desplazamientos. La casa y el barrio se han convertido en nuestro mundo ahora…

Al estar fuertemente restringida la socialización y los desplazamientos en el espacio urbano, nuestra nueva vida “confinada” nos está mostrando que lo que necesitamos, y no solamente ahora, sería tener la posibilidad de compatibilizar la mayoría de nuestras actividades cotidianas, asociando las esferas de la vida productiva y reproductiva, en un ámbito más reducido, rescatando la dimensión del barrio como un espacio de centralidad que pueda satisfacer estas necesidades y reducir movilidad. En el fondo el mejor desplazamiento es el que se puede evitar, mejorar lo existente debería convertirse en la primera opción de proyecto y las nuevas tecnologías podrán ser, ahora más que nunca, aliados y no substitutos, para que la vida laboral y académica pueda compatibilizarse mejor con la familiar. En una situación de pandemia el estar confinados se ha convertido en nuestra única forma de estar protegidos, la casa y el barrio —con los “servicios” que nos proporcionan en mayor o menor medida— son, de momento, la “cura” de la que disponemos.

La supuesta “normalidad” es la que ha producido la situación que estamos viviendo. El COVID 19 ha puesto en evidencia, de una manera muy dramática y sin posibilidad de escoger, una crisis sistémica urbana en la que interactúan factores ambientales y sociales que cuestionan la habitabilidad de la viviendas y de las ciudades: el exceso de contaminación del aire y acústica; la falta de calidad ambiental de la vivienda; la necesidad de espacios verdes y de mejor acceso a los servicios básicos son solo algunos de los problemas asociados a nuestra vida cotidiana. Lo que necesitamos ahora es ir hacía una “nueva” normalidad…

 

La casa es más que una suma de estancias: adaptación a lugares y modos de vida doméstica

La vivienda surge como necesidad de refugio y protección, una segunda piel que responde inicialmente a unas condicionantes de un entorno del cual nos protegemos y con el cual nos relacionamos. A este propósito, Luigi Cosenza, en el texto “Storia dell’abitazione” de 1974, lanza una teoría muy provocadora, hoy más pertinente que nunca: la involución del hombre empieza desde que acaba la época primitiva, cuando tener acceso a una vivienda que pudiera satisfacer necesidades básicas, se ha visto transformada en una mercancía.

El mismo Cosenza, en el breve escrito “Farsa reale di un progetto ideale”, habla a propósito de un proyecto de vivienda unifamiliar que nunca se construyó y comenta a su “ficticio” cliente: “Le voy a decir una cosa con la serenidad del médico que no tiene tiempo, ni manera de explicar sus recetas: esta casa es sobre todo su medicina. Y consuélese pensando que no va a ser el primero en tener una experiencia parecida”. Desde hace años, se ha intercambiado la búsqueda de calidad ambiental de la casa por la de soluciones que optimizan y sistematizan su construcción, llegando a producir viviendas que, gracias a los avances tecnológicos e industriales permiten una gran capacidad de adaptación técnica (edificaciones en altura, acondicionadas, herméticas) que, sin embargo, no responden  al  entorno o a factores ambientales.

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William Heath “How to live in a flat” (1936).  Irónicas imágenes de la vivienda moderna en portada y páginas interiores. (mayorga+fontana arquitectos).

"La supuesta “normalidad” es la que ha producido la situación que estamos viviendo. El COVID 19 ha puesto en evidencia, de una manera muy dramática y sin posibilidad de escoger, una crisis sistémica urbana."

En la publicación ¿Cuánta casa necesitamos? Thoreau, Le Corbusier y la cabaña sostenible, el autor Urs Peter Flueckiger, se hace una pregunta partir del análisis de dos cabañas celebres que nacen de la necesidad de sus autores de experimentar un modo de vida austero, simple y muy vinculado al espacio natural: la cabaña del Walden Pond de Henry David Thoreau (3m x 4,6m) y Le Cabanon (3,3m x 3,3m), la casita de madera que Le Corbusier regaló a su mujer, Yvonne, en Roquebrune–CapMartin, en la Costa Azul.

Siempre se ha hablado de las dos casas por la sencillez de su solución arquitectónica y constructiva y por sus entornos naturales, pero hay unos detalles curiosos que vale la pena recordar: Henry David Thoreau vivió en esta casa “durante dos años, dos meses y dos días. Se alimentaba de las alubias que plantaba, de lo que recolectaba en el bosque y pescaba en el lago, pero se desplazaba habitualmente a la vecina localidad de Concord para lavar la ropa y visitar amigos”; por otro lado, en el caso de Le Corbusier, “La amistad con Rebutato es básica para entender el Cabanon puesto que el restaurante era, a todos los efectos, su cocina. Construyó una puerta con acceso directo al restaurante, y eso le evitaba tener que guardar útiles de cocina.”

Ambas cabañas, construidas para disfrutar de una condición de simplicidad y austeridad cuentan con condiciones de relación con algunos servicios o actividades a las cuales sus propietarios no pueden renunciar: lavandería y visitas a amigos, para Thoreau y restaurante para Le Corbusier. Casas inmersas en la naturaleza, aisladas, que sin embargo tienen como plus necesario el acceso a servicios imprescindibles para el bienestar de sus habitantes.

En el reciente artículo ¿Cómo serán las casas tras el coronavirus?, Juli Capella comenta que: “de repente nuestros hogares se van a convertir en refugios; así comenzó la cosa hace millones de años. A partir del virus, la casa tradicional burguesa del siglo XIX y la funcional del XX, van a dejar paso a otro tipo de hogar más cápsula o 'cocoon'. De la máquina para vivir, que dijo Le Corbusier, al ingenio para sobrevivir. […] Pero como dijo Henry David Thoreau, el del experimento de Walden, “¿de qué sirve una casa, si no está en un planeta tolerable donde situarla?”.  

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Henry David Thoreau cabaña del Walden Pond (1845).  La casa como espacio para satisfacer las necesidades básicas del hombre. (mayorga+fontana arquitectos).

Una vivienda que cura es aquella que nos vuelve a poner en contacto con la naturaleza —como decía Luigi Cosenza— y que, por supuesto, nos hace sentir bien en su interior; la que hace que estemos conectados físicamente y —¿hoy también virtualmente?— con nuestro entorno y en la que nos sintamos cómodos y protegidos. Se ha reflexionado mucho sobre la importancia de balcones y ventanas en las viviendas — Candilis, Josic & Woods ya decían: “Las ventanas no son un hueco en la pared”— espacios de transición imprescindibles para conectar la casa con el espacio exterior, pero más importante es garantizar previamente una buena orientación con buenas condiciones de luz y vistas razonables.

También se ha hecho énfasis en la medida de las viviendas, pero más importante aún es la calidad de los espacios: un piso de 60 m2 podría tener mejor calidad ambiental que uno de 80m2. Se ha puesto la atención sobre los espacios de almacenaje, pero más aún se necesitan viviendas con espacios adaptables y capaces de albergar usos y actividades no necesariamente vinculadas a la vida doméstica, al menos hasta ahora. Ahora, más que nunca, es necesario hablar de arquitectura sostenible, con un reclamo a soluciones más sensatas. Ya existe el denominado Síndrome del Edificio Enfermo (SSB)un conjunto de sintomatologías y enfermedades originadas o estimuladas por la contaminación del aire en los espacios cerrados, pero que también se puede ver agravado por las condiciones de estrés propias del trabajo, el uso de materiales sintéticos o la electricidad estática. Curiosamente, con frecuencia es uno de los efectos de los llamados edificios “inteligentes” o muy tecnificados”. La domótica ha construido un imaginario de casa automatizada que apuesta por una eficiencia energética extrema y que, sin embargo, no es todavía garantía de calidad ambiental, ni de un mejor aprovechamiento de las condicionantes existentes.

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Candilis, Josic &Woods. “Concurso operación millón” (1955). El principio de las aberturas y de las ventanas en las fachadas de las viviendas como espacios habitables. (mayorga+fontana arquitectos).

 

El barrio más que una suma de casas: centralidad, proximidad y caminabilidad para la vida cotidiana

La casa es más que una suma de estancias. Y la ciudad es más que la suma de sus edificios y calles, o de una agrupación de habitantes que residen en un mismo espacio geográfico. "La organización social y el sistema cultural dependen de algo más que el número y la heterogeneidad de los individuos; hay que tener también en cuenta la estructura tecno-social, fundamento organizativo de la sociedad", dice Manuel Castells. Un espacio de escala intermedia, entre casa y ciudad, nos puede brindar algunas soluciones: en los barrios se puede fortalecer la idea de proximidad como base de una solución ecológica para fomentar la vida de vecindario y, como consecuencia, reducir notablemente la movilidad así como el gasto de energía y la contaminación asociada a los desplazamientos. "Tener todo lo que necesitamos a menos de 15 minutos de casa" es la propuesta de la “La Ville Du Quart d'Heure”, para la ciudad de París.

Imaginar un futuro en que nadie tenga el colegio de sus hijos a más de 15 minutos de casa; que todo el mundo llegue al trabajo en un cuarto de hora o tarde ese mismo tiempo en ir al supermercado, son los objetivos de la propuesta. Apostar por cambios más estructurales a escala de barrio implica promover una “ciudad de los cuidados”, más humana, justa y “saludable”. Llevamos mucho tiempo privilegiando la ciudad productiva y del trabajo frente a la reproductiva. El sistema de relaciones es el que define el grado de interacción entre espacios —físicos y sociales, domésticos y urbanos— y la calidad de vida de los barrios, pasa por entender las relaciones de vecindario o el acceso a espacios públicos y equipamientos; por defender y promover el comercio de proximidad o por dotar de mejor accesibilidad y así disminuir desplazamientos gracias a la concentración de actividades distribuidas más equilibradamente.

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Carlos Moreno "La ciudad del cuarto de hora” para París (2018). Propuesta de hiper-proximidad urbana para el programa de la reelección de la alcaldesa Anne Hidalgo. (mayorga+fontana arquitectos).

"La ciudad, en el imaginario contemporáneo y futuro, parece ser el último lugar en el que deberíamos o desearíamos estar…"

En términos de movilidad, pensar que el mejor desplazamiento es el que se puede evitar es ya una buena manera de actuar. Si distribuimos la población en pequeños asentamientos dispersos se podría reducir el riesgo al contagio, pero también se reduce la posibilidad de una atención sanitaria mejor y cualquier servicio público se hará más costoso, se pierden los valores de la ciudad, del acceso a los servicios y es un modelo al final insostenible. Conviene apostar por una visión de ciudad que pone en valor las necesidades cotidianas y que promueve equilibrar y compatibilizar la ciudad productiva con la reproductiva. Esta urbe también debe mejorar los espacios que también las relaciones entre ellos, entendiendo el qué, el cómo pero también para quién se plantean las políticas urbanas e intervenciones.

Otro tema a destacar es la oportunidad de promoción de la bicicleta como forma de movilidad y del trabajo telemático como forma de ahorro de desplazamientos. Ya sabemos todos que con la crisis COVID19 se ha producido una reducción significativa de la contaminación en general, tanto por dióxido de nitrógeno, como por ruido con regeneración de ecosistemas y mejoras en las relaciones con la naturaleza.

La movilidad es un tema de salud pública, porque el uso y abuso del automóvil ha llevado muchos efectos y enfermedades asociadas, y ahora sabemos que las pandemias también de expanden, desarrollan y tienen efectos mayores en las zonas y habitantes de ciudades más contaminadas. Sin embargo, para poder mejorar la movilidad urbana, en términos de salud pública, hemos de centrarnos en el ciudadano y en sus necesidades, en el perfil de las personas y en como favorecemos a colectivos como el de los niños y  de las personas mayores. No se trata de hablar solo de flujos de transporte, sino de condiciones humanas  y de calidad urbana. Se trata – además de medir anchos de carriles— de apostar por la calidad de los recorridos y hacer que las calles que sean más amables, seguras, saludables, para que la primera opción de desplazamiento sea caminar o usar la bicicleta, además del transporte público: es decir de darle su lugar al ciudadano como peatón.

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Mayorga+Fontana & Corolari. City Fov Urban Lab (2018). Hacia una ciudad más caminable.  Mapa de Poblenou-22@ Barcelona. Red de actividades  y espacios para la vida cotidiana y movilidad de proximidad en el barrio. “BCN Urban Data Desk” para BIT-Habitat Ayuntamiento de Barcelona. (mayorga+fontana arquitectos).

Sabemos que promover ciudades más caminables, y por ende menos contaminadas, son un camino a seguir. Pero en realidad también estamos en un momento en el que ya tenemos un nivel de aceptación para acelerar esos cambios. Si miramos con detenimiento son muchos los autores que han contribuido a rescatar la calle como espacio público frente al automóvil. Tenemos más de 50 años de la experiencia acumulada de la peatonalización del centro histórico de Copenhague y de la construcción del Lijbaan, la primera calle peatonal moderna en Rotterdam, y más atrás todas las propuestas sobre la unidad vecinal de desarrollo tanto en su versión americana, francesa e inglesa desde inicios del siglo XX.

Hoy al actuar sobre la ciudad construida es importante entender ese espesor cultural heredado y todas estas medidas aportan beneficios en términos ambientales y de vitalidad urbana al espacio público por antonomasia, que es la calle. Pero debemos ser autocríticos para ver a quién favorecemos con estos proyectos y a quién van dirigidos los esfuerzos. Nuestro objetivo no debería ser la “peatonalización”, sino la “caminabilidad” como condición ambiental difusa para fortalecer las relaciones de proximidad en los barrios. Muchos proyectos parten de la idea de ganar espacio al automóvil —cosa urgente a hacer—, pero es más importante favorecer las relaciones cotidianas de forma distribuida, evitar generar gentrificación y especulación con calles “elitizadas y estetizadas. Deberíamos hacer que la “peatonalidad”  sea más una  “caminabilidad” accesible a todos y no una mercancía.

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Mayorga-Fontana arquitectos / City FOV Urban Lab. Estudios para la tranversalidad peatonal de la avenida Meridiana para Barcelona (2018)  Hacia un ciudad  más caminable con unos barrios que fortalecen valores urbanos de centralidad y proximidad. (mayorga+fontana arquitectos).

"Pero para poder mejorar la movilidad urbana en términos de salud pública hemos de trabajar de diversa manera, centrarnos en el ciudadano y sus necesidades."

 

 

Todos estamos de acuerdo sobre la importancia de la casa como refugio, de lo clave que es tener balcones, terrazas y vistas en la vivienda. Pero deberían ser prioridades el derecho a la vivienda en buenas condiciones como objetivo generalizado y el apostar por la contención territorial para favorecer mayor proximidad y reducir dispersión: es decir lograr calidad ambiental difusa de la casa al barrio…

 

Ciudades y arquitecturas que curan y que cuidan

Las ciudades también enferman. Esto ya es una realidad  demostrada y acertada. Sin embargo, deberíamos empezar a pensar en la ciudad como un lugar que protege y no como un sitio del cual huir. Pensemos en el cine y en tantas imágenes de ciudades mecanizadas, futuristas y distópicas que han fomentado la idea de lo urbano como lugar de perdición y de degradación, contaminado y deshumanizado. Pensemos en la ciudad máquina de películas como Manhatta (1921, de Paul Strand y Charles Sheeler en la ciudad de New York); Metropolis (1928, de Fritz Lang, en la ciudad imaginaria Metropolis 2016); Rien que les heures (1926, de Alberto Cavalcanti en la ciudad de París o como Berlín, sinfonía de una gran ciudad (1927, de Walther Ruttman). Pensemos también en algunas de las películas rodadas en EE.UU. de Friedrich Wilhelm Murnau: Sunrise (Amanecer) de 1927; Four Devils de 1928 o City Girl / Our Daily Bread, de 1930, proponen una lectura de la ciudad que en algunos casos, según Pierre Sorlin, aparece como un lugar impreciso, reconstruido en estudio, pero los personajes la exploran y la viven en todos sus espacios y equipamientos. Es un arquetipo de lo que es una ciudad, lugar peligroso, de perdición frente al campo que potencia valores como la honestidad y la sencillez.

 

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Ridley Scott. Blade Runner. (1982). La construcción de un imaginario urbano en un fotograma de la película. Espacio público, arquitectura y vida urbana en  una ciudad futura y distópica. (mayorga+fontana arquitectos).

Si en los años de la década de 1920 los imaginarios giran alrededor de la ciudad mecanizada y alienante por el trabajo en las fábricas, desde los años 1980 los imaginarios cinematográficos giran alrededor de ciudades distópicas en escenarios de realidades virtuales y deshumanizadas con espacios urbanos sombríos, oscuros, caóticos, degradados o absolutamente solitarios. Pensemos solamente en algunas de ellas: Los Angeles 2019 (1982 Blade Runner de Ridley Scott); Gotham City (1989 Batman de Tim Burton); New York 2263 (1997 El Quinto elemento de Luc Besson); Dark City (1998 Dark City de Alex Proyas); Sion (1999 Matrix de Lana y Lilly Wachowski); Rouge City (2001 A.I. Inteligencia Artificial de Stanley Kubrick / Steven Spielberg); Sin City (2005 Sin City de Frank Miller-Robert Rodríguez); París, Mombasa y una ciudad soñada (2010 Origen de Christopher Nolan).

Para acabar con este repaso de ciudades cinematográficas, pensemos finalmente en la trilogía de Jacques Tatí, donde aborda una crítica sistemática, y a varias escalas, de la ciudad moderna: desde la visión irónica de la vida doméstica de la nueva casa funcionalista en Mon Oncle, de 1958; hasta la visión de la ciudad deshumanizada del trabajo y de las oficinas, en PlayTime, de 1967 para acabar con la crítica al exceso de movilidad y al uso del coche, en Traffic de 1971. La ciudad, en el imaginario contemporáneo y futuro, parece ser el último lugar en el que deberíamos o desearíamos estar…

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Jacques Tati  “Traffic” (1971).La ciudad moderna ridiculizada en una mirada irónica hacía la hípermovilidad. (mayorga+fontana arquitectos).

 

"Nuestro objetivo no debería ser la “peatonalización”, sino la “caminabilidad” como condición ambiental difusa para fortalecer las relaciones de proximidad en los barrios."

¿Cómo es una ciudad que cura, entonces? Promover políticas urbanas, arquitecturas y barrios que “cuidan y curan” ha de ser la respuesta a la condición Post-COVID, pero esto va más allá de los nuevos proyectos y de la propia gestión de la ciudad. Se trata de fomentar procesos de cambios sistémicos capaces de reconducir un modelo de ciudad que no ha valorado lo suficiente la necesidad de satisfacer el derecho ciudadano a unas arquitecturas y barrios habitables. Y una ciudad que “cura” será la que facilita el acceso justo y distribuido a las necesidades básicas, que fomenta las interacciones sociales, es la ciudad de los cuerpos y la naturaleza en su vulnerabilidad plural, con sus relaciones y su hambre de habitabilidad, seguridad y belleza. Nuestras ciudades aún están muy lejos de este objetivo.

También podemos volver estratégicamente la mirada hacia el campo, como muestran las nuevas tendencias de la agroecología, un fenómeno que puede poner en valor los municipios vacíos y considerarlo como un problema urbano. De hecho también “el campo ya no va a cámara lenta”. En la última exposición de Rem Koolhaas y AMO, en el museo Guggenheim de Nueva York: “Countryside. The future”, se plantea una reflexión sobre las transformaciones profundas ambientales, políticas y socioeconómicas que también está viviendo el mundo no urbano.  Con una mirada provocadora se centra en el estudio de territorios rurales, remotos, desiertos y salvajes que forman el 98% de la superficie de la tierra. Los resultados de esta investigación son aterradores, inquietantes —también sorprendentes— y demuestran que no estamos estudiando suficientemente todo el potencial del mundo rural para equilibrar lo urbano. 

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AMO / Rem Koolhaas. "Countryside, The Future" (2020). Imágenes de la exposición en el Museo Guggenheim de Nueva York. Hacia una nueva interpretación del mundo rural. (mayorga+fontana arquitectos).

 

En cada época se han planteado soluciones urbanas como respuesta a las urgencias del momento, la visión higienista de la ciudad no es nueva y hace parte de la propia historia del urbanismo, y dio origen al urbanismo de las calles amplias, las fuentes, los espacios verdes, por recordar algunos ejemplos. Los higienistas criticaban la falta de salubridad en las ciudades industriales, así como las condiciones de vida y trabajo de los empleados fabriles.

Por esto, en el higienismo, una corriente de pensamiento desarrollada desde finales del XVIII, animada principalmente por médicos, la enfermedad era considerada como producto social y en los estudios de tipo epidemiológico, era frecuente abundante información sobre la ciudad como medio geográfico, económico y social. La enfermedad era un problema urbano, también. Y el buen funcionamiento de la vida de las ciudades necesita, con siempre mayor urgencia, asumir el equilibrio entre lo urbano y lo rural como una solución a explorar nuevamente.

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Ambrogio Lorenzetti.  Alegoría del Buen y del Mal Gobierno. (1338-1340). Detalle del fresco expuesto en el Palacio Público de Siena, Italia también llamado "Efectos del buen gobierno en el campo". Hacia un equilibrio entre el campo y la ciudad. (mayorga+fontana arquitectos).

"Esta crisis debería servir para acelerar la puesta en práctica de nuevas iniciativas y formas de intervención en la ciudad que ya existían  o que podrían estar en marcha. Pensar las ciudades del futuro es repensar las ciudades del presente."

Pero la salubridad, estabilidad y seguridad de la ciudad depende de muchas otras cosas más y debemos priorizarlas y medirlas para tomar mejores decisiones. Se habla mucho de arquitecturas y ciudades que enferman. Por lo que cabe preguntarse: ¿Pueden la arquitectura y las ciudades ayudar a curar? Beatriz Colomina, autora del libro X-Ray Architecture, —a propósito de los efectos transformadores de la nueva crisis sanitaria— comenta: “Se parece más a las epidemias de cólera del siglo XIX que asolaron ciudades de todo el mundo oleada tras oleada y provocaron enormes cambios en la infraestructura y el diseño urbano. La pregunta para nosotros es cómo el coronavirus cambiará la arquitectura y la ciudad (...) los arquitectos estaban muy involucrados en el diseño de la salud, colaborando activamente con médicos y científicos. ¡Tenemos que despertar y hacerlo de nuevo!”.

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Aino Aalto, en una silla diseñada por ella en una terraza-solárium, fotografiada por Alvar Aalto  (1930). Hacia una vida saludable: mobiliario, arquitectura y paisaje. (Alvar Aalto Museum).

No es casualidad que el término curar tenga que ver con cuidar, atender o vigilar. El origen etimológico de la palabra, proviene del latín curare que significa “cuidar". “No se trataba de que el edificio simplemente albergara un programa sino que el programa debía ser integral con la forma del edificio. El mismo Alvar Aalto añadía que “el principal propósito de un edificio es que funcione como un instrumento médico”, por lo tanto podemos avanzar y partir de la idea que la casa es sobre todo nuestra medicina, como decía Luigi Cosenza, que la ciudad del cuarto de hora puede promover la proximidad y el reencuentro con lo cercano, según Carlos Moreno y que finalmente "La ciudad no es el problema, la ciudad es también la solución", según Jaime Lerner.

  

¿Cambiar todo para que todo siga igual?

A la pregunta: ¿puede tener el Covid19 alguna influencia sobre la forma en la que se plantearán las ciudades en el futuro? la respuesta debería ser obviamente que sí, aunque esta crisis debería servir para acelerar la puesta en práctica de nuevas iniciativas y formas de intervención en la ciudad que ya existían o que podrían estar en marcha. Pensar las ciudades del futuro es repensar las ciudades del presente, y eso requiere mucho conocimiento, entendimiento e interés compartido por resolver problemáticas urbanas que ya estaban muy presentes antes de la pandemia. Entre el “adanismo” —de inventar todo de nuevo que niega el espesor cultural ligado a la ciudad— y el estar sujeto a las inercias del urbanismo más tradicional al uso, hay mucho por hacer. La pandemia no es una causa, es una consecuencia de una forma de urbanización depredadora del medio y del territorio.

La visión del mundo en esta era del antropoceno y la omnimpotencia del hombre sobre el planeta, nos ha llevado a creer que vivimos “desastres naturales”, que ya no lo son tanto como diría David Harvey porque nosotros somos parte del problema —aunque también deberíamos ser parte de la solución—. En términos evolucionistas el planeta no esta en riesgo, lo que sí lo está es el hábitat, así como la supervivencia de la civilización humana y muchas especies que vivimos en el. Y otro gran riesgo es que esta pueda ser una nueva lección no aprendida, con unas influencias limitadísimas y que en mayor o menor grado no corresponden a los cambios estructurales que se requieren, para reconducir el mundo urbano hacia un modelo más justo socialmente y equilibrado ambientalmente, como comenta Yuval Harari.

Muchas reflexiones que se han divulgado en estos días parten del imaginario de la vuelta a “la normalidad”, o, por otro lado a propuestas de escenarios utópicos que prometen que las cosas puedan cambiar completamente. “Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi”, dijo Tancredi a su tío el Príncipe de Salina en el Gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. No se trata en absoluto de creer que puede cambiar todo, si no de tener objetivos y compromisos sensatos y concretos, para no caer en la trampa del “gatopardismo”, donde nuestra capacidad de adaptación o aceptación nos haga creer que todo está cambiando mientras todo sigue igual.

 

#joemquedoacasa

 

Miguel Mayorga y Pia Fontana
mayorga+fontana arquitectos
49º día de confinamiento

 

Lecturas recomendadas

  • Beatriz Colomina. X-Ray Architecture, Lars Müller, 2019
  • Beatriz Colomina. La domesticidad en guerra, Actar, 2013
  • Angelika Fitz and Elke Krasny (Editoras). Critical Care: Architecture and Urbanism for a Broken Planet. Editorial Architekturzentrum Wien and MIT Press
  • M.P Fontana M., Mayorga. Luigi Cosenza Il territorio abitabile Alinea Editrice 2007
  • Jan Gehl & Birgitte Svarre. How to study Public Life, Island Press, 2013
  • Jaime Lerner. Urban Acupuncture, Island Press, 2014
  • Giuseppe Tomasi di Lampedusa, El gatopardo

Este post es un artículo que también podrás leer junto a otros más en el libro Arquitectura desde casa: crónicas del confinamiento. Puedes descargarlo en el siguiente enlace.

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