Sert, el arquitecto tras el nombre

Josep Lluís Sert es uno de los grandes arquitectos de todos los tiempos. Racionalista influenciado por Gropius y la Bauhaus, participó en iniciativas como el GATCPAC (Grupo de Artistas y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea) y el grupo ADLAN (Amics de l´Art Nou). Trajo a a Barcelona a Le Corbusier (de hecho muchos se refieren a él como Le Corbusier catalán) y mantuvo amistad con artistas diversos como Calder, Picasso, Léger, Giacometti, Mondrian, Duchamp, Luis Buñuel o Joan Miró. El nombre de este último va íntimamente ligado a uno de sus grandes obras, la Fundació Miró, el exponente máximo de su significado como arquitecto: volumen, luz, materiales y la mediterraniedad.

Coincidiendo con los 25 años de historia de la Escola Sert, ha aparecido un libro biográfico sobre Josep Lluís Sert, escrito por su sobrina política, María del Mar Arnús, condesa de Sert. En Ser(t) arquitecto (Anagrama), Arnús reivindica la figura del arquitecto y la importancia capital de su obra y de su legado.

“Sert fue el ejemplo glorioso y trágico del optimismo radical de las vanguardias, así como de la corta e intensa historia de la arquitectura moderna de España (…). Su arquitectura no te emociona como la de Le Corbusier, pero te cambia la vida, incide en aquello que no se percibe”, resume Arnús.

Un aristócrata con convicciones republicanas

Josep Lluís Sert, nacido en Barcelona en 1902 en el seno de una familia burguesa con título nobiliario, fue uno de los padres de la modernidad arquitectónica en España y uno de los arquitectos más exitosos internacionalmente del siglo XX. Y eso que Sert iba para pintor, siguiendo la estela de su célebre tío y mentor Josep Maria Sert. Precisamente fue su tío, con quien le unía una estrecha relación que se rompería para siempre con la Guerra Civil debido a la distancia ideológica entre ambos, quien le animó a estudiar arquitectura. Años más tarde Sert aseguraría: “como muchos arquitectos, en el fondo soy un pintor”.

Su paso por la universidad despertó en este joven burgués, que iba a clase con chófer en el Rolls Royce familiar, una profunda conciencia social. Como explica Arnús, “Josep Lluís Sert quiso que su obra diese felicidad a las personas, y se comprometió con una arquitectura social, pensada para el bienestar de los desfavorecidos”. De hecho, en la Barcelona de la República creó, junto a otros compañeros, el GATCPAC (Grup d'Arquitectes i Tècnics Catalans per al Progrés de l'Arquitectura Contemporània), la rama catalana del GATEPAC, organismo cuya finalidad era difundir el racionalismo, y que desempeñó una importante labor social construyendo escuelas, hospitales y viviendas obreras.

De este periodo destacan dos de sus obras más emblemáticas, ambas en Barcelona, la Casa Bloc y el Dispensario Central Antituberculoso. Años más tarde, Sert sería el encargado de proyectar el Pabellón de la República en la Exposición Universal de París de 1937, donde se expuso, por primera vez, el Guernica de Picasso. Barcelona acoge desde 1992 una réplica exacta del original en el barrio de Horta.

La arquitectura tradicional de Eivissa, gran influencia en su trabajo

Entre las influencia de Sert de aquella época hay dos que marcarían su arquitectura futura: Le Corbusier, con el que le unió una profunda amistad desde que lo descubrió en 1926 y con el que acabaría colaborando en numerosas ocasiones; e Ibiza. En esta pequeña isla mediterránea descubrió a dos de los amores de su vida: su mujer y figura crucial en su vida, Ramona Longás, Moncha, y la arquitectura tradicional ibicenca.

Sert vio en esas antiquísimas construcciones que se fundían de manera natural con la naturaleza un modelo a seguir. “En 1931 visitó Ibiza, vio sus casas payesas: cubos encalados, ascéticos, racionales, serenos, que se agrupan orgánicamente... Sert veía en aquella sociedad humilde y ancestral, y en su arquitectura el modelo para relacionar al ser humano y vincularlo a su medio natural”, explica la biógrafa de Sert.

De hecho, el mismo Sert escribiría en 1934: “La arquitectura ibicenca es una arquitectura sin estilo y sin arquitectos. Unas construcciones geométricas sencillas, puramente utilitarias, de una dignidad ejemplar, un reposo para los ojos y para el espíritu … todos sus elementos tienen la medida justa, la medida humana”. Cualidades, todas ellas, que el arquitecto intentaría plasmar en todos sus proyectos.

La etapa americana: urbanismo y docencia

El estallido de la Guerra Civil marcó el fin de su etapa en Barcelona. Inhabilitado por un tribunal militar de la dictadura para ejercer profesionalmente en España, en 1939 el joven Sert se traslada a Estados Unidos, donde residiría prácticamente el resto de su vida.

Fue en Estados Unidos donde desarrolló dos de sus facetas más prolíficas: la urbanista– realizando importantes trabajos destinados principalmente a países latinoamericanos–, y la docente. De hecho, en 1953 fue nombrado decano de la Escuela Superior de Arquitectura de Harvard, cargo que ocupó hasta su jubilación en 1968.

Años más tarde sería nombrado profesor emérito y doctor honoris causa por la Universidad de Harvard. Un reconocimiento a su labor docente y a su legado arquitectónico a la que se le sumaron muchos otros, entre ellos la Medalla y la Cátedra Honorífica de Arquitectura Thomas Jefferson (1970), la más alta condecoración profesional de los EE UU.

Ya en la época democrática también tuvo su reconocimiento, con la Medalla de Oro de la Generalitat de Catalunya o la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, que Sert recibió en 1982, un año antes de morir en su ciudad natal.

Sert no ha tenido ni tendrá nunca el renombre de un Gaudí, pero para los profesionales del arte y la arquitectura, y para toda la ciudad de Barcelona, su figura no hace más que aumentar a medida que pasa el tiempo. Como resume su biógrafa, Sert era “artista, filósofo, arquitecto... ¡y visionario, sí!”.

Natàlia Bosch
Redacció Escola Sert