(Imagen: Fundación Domènech i Montaner)

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Domènech i Montaner, impulsor de una nueva enseñanza para arquitectos

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Lluís Domènech i Montaner fue también pionero en la docencia para arquitectos, que él quería mucho más integradora y moderna. Repasamos la faceta de este referente como profesor y director de la Escuela de Arquitectura, no exenta de conflictos, en el centenario de su muerte.

Una mente moderna e innovadora que nunca tuvo suficiente. Nacido en la céntrica calle Ferran de Barcelona, Lluís Domènech i Montaner fue uno de los personajes más decisivos y emblemáticos de la segunda mitad del siglo XIX y del primer cuarto de siglo XX.

Fue, entre otros, periodista, político, editor y, cómo no, arquitecto.

De hecho, humanista y catalán fue un arquitecto diferencial. Sus propuestas arquitectónicas iban un paso más allá y utilizaban un lenguaje innovador y una arquitectura fundamentada en un nuevo concepto integrador de todas las artes.

“Domènech fue arquitecto por formación y arquitecto también como constructor. Para él, nos explica Antoni Ramon, miembro del Patronato de la Fundación Lluís Domènech i Montaner y experto en la figura del arquitecto, “la arquitectura era una forma de entender y situarse en el mundo, pero también era la forma de crear y dar forma a una nueva sociedad, lo que también le llevó a ser político, historiador y docente”.

Programa manuscrito de una asignatura

Programa manuscrito de una de las asignaturas impartidas por Domènech i Montaner. (Archivo Histórico COAC)

Para Domènech i Montaner, la arquitectura era una forma de entender y situarse en el mundo

La lucha por modernizar los estudios de arquitectura

La etapa como arquitecto de Domènech i Montaner empezó en 1874 y está ligada a la construcción del monumento funerario en Anselm Clavé. Antes había trabajado como diseñador y editor en la empresa de encuadernación familiar. En 1875, mientras todavía trabajaba en el taller, se incorporó como profesor interino en la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Allí donde impartió diversas asignaturas en el edificio de la Lonja de la actual Academia de Bellas Artes Sant Jordi.

Su historia con la Escuela fue larga y, en ciertos momentos, “conflictiva”. Según el arquitecto y profesor Antoni Ramon, Domènech fue un personaje muy potente y que sus opciones políticas le llevaron a enemistar con otros miembros del profesorado y con personajes de la época como Josep Puig i Cadafalch.

Corría en 1913 cuando el nacionalismo predominante quería modernizar la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Domènech tenía una visión muy diferente y él "quería defender la autonomía de la Escuela", contextualiza Antoni Ramon.

Justo en plena Mancomunitat, "el poder perseguía la idea de modernizar las enseñanzas de arquitectura, ligándolas, precisamente, a la Mancomunidad y, por el contrario, Lluís Domènech i Montaner defendía la autonomía de las instituciones de enseñanza", añade.

Foto histórica de la biblioteca de la Universitat de Barcelona

La nueva Escuela Especial de Arquitectura se trasladó al edificio histórico de la Universidad de Barcelona. (Archivo Histórico COAC)

Al frente de la Escuela de Arquitectura hasta su jubilación

Mientras estuvo vinculado a la Escuela, Domènech luchó por modernizar el plan de estudios del centro que era la continuación de la Escuela Politécnica de Barcelona, cerrada en 1870. 

Cuando Domènech empezó a impartir clases justo hacía un año que la nueva Escuela Especial de Arquitectura se había trasladado a las dependencias del nuevo edificio de la Universidad. Allí vio reconocida de forma definitiva su capacidad de otorgar títulos oficiales. Estaba entonces en igualdad de condiciones que la Escuela de Madrid.

El Domènech policéntrico jugó un papel decisivo en la docencia y esta vertiente ocupó gran parte de su vida. En 1900 es nombrado director de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, un cargo que desempeñó hasta que fue diputado de la Lliga Regionalista en Madrid. Una vez terminada su etapa política, Domènech retoma el cargo de director hasta su jubilación. En esta etapa es cuando consigue imprimir una personalidad propia en el proyecto pedagógico de los estudios de arquitectura.

Más que pionero, Antoni Ramon considera que la figura del Domènech docente fue clave por fusionar diferentes estilos de estudios arquitectónicos de su época. Así, el modelo de Beaux Arts de París se centraba mucho en la figura del arquitecto como excepcional dibujante.

Por el contrario, el modelo politécnico que se seguía, por ejemplo, en la Escuela de Arquitectura de Madrid entendía que, más allá del taller de dibujante, también se necesitaban unas asignaturas concretas para desarrollar esta profesión. Es decir, práctica y teoría eran importantes y Doménech así lo creía.

De hecho, él empezó muy joven impartiendo clase y enseñando las asignaturas más técnicas. No fue hasta su etapa como director que empezó a “impartir asignaturas de proyectos y que animó, entre otros, a los alumnos a viajar por toda Catalunya para estudiar de cerca la arquitectura medieval, los grandes monumentos góticos o las humildes iglesias del románico”, relata Antoni Ramon.

Cartel del Año Domènech i Montaner.

Imagen institucional de la conmemoración de los 100 años de la muerte de Lluís Domènech i Montaner (Cultura Gencat)

La exposición “El legado de Domènech i Montaner” se podrá visitar hasta el 17 de septiembre el Centre Obert d’Arquitectura

Todas las arquitecturas eran posibles

Este experto en la figura de este arquitecto tiene algo claro. "Si repasamos todos los años en los que fue director de la Escuela y estudiamos los proyectos que se realizaron entonces de manos de sus alumnos, podemos ver cómo durante su liderazgo no hubo uniformidad", comenta. Es decir, "los proyectos siguieron las modas y corrientes y se fueron adaptando a las épocas", puntualiza. Domènech i Montaner hizo posible que, dentro de esta Escuela totalmente ecléctica, convivieran arquitecturas muy diversas.

Para Ramon este modelo híbrido a la hora de formar profesionales de la arquitectura "sigue existiendo". Es cierto, a su juicio, que actualmente manda una centralidad del proyecto, pero también hay un gran peso de temas claves como el urbanismo o la tecnología que –añade- en Europa todavía no tiene tanta importancia dentro de los planes de estudios arquitectónicos.

Pero Domènech i Montaner no sólo se desmarcó de sus tiempos desde la docencia sino también en relación con el ejercicio profesional. Durante su dirección, por ejemplo, cambió el nombre en el centro que pasaba a ser la Escola de Barcelona. Es decir, hizo algo parecido a lo que Otto Wagner llevó a cabo en Viena o Berlage en Amsterdam.

Portada de la memoria de la creación de la Arquitectura de la Fundación Domènech i Montaner

Portada de la memoria sobre la creación de la Escuela Especial de Arquitectura. (Fundación Domènech i Montaner)

El reclamo internacional

Visitar el Palau de la Música Catalana o el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau es adentrarse en la mejor obra de Domènech. Ambas edificaciones, declaradas patrimonio mundial, respiran lo único que hizo al arquitecto: son una declaración de intenciones de un estilo nuevo, rompedor, identitario y nacional. Al igual que otras obras como el actual Museu Tàpies, antigua sede de la Editorial Montaner i Simón, donde el juego de materiales lo hace una edificación única.

Con Domènech, el modernismo catalán traspasó fronteras y, aún hoy en día, posiciona a la arquitectura catalana como una de las más disruptivas del mundo. Y dice más: el modernismo catalán no comienza y acaba con Gaudí

Domènech i Montaner lleva cien años muerto, pero su obra es un reclamo infalible de la ciudad de Barcelona. Pero también otras ciudades como Badalona, Canet de Mar o Reus, y Palma de Mallorca o Comillas ya fuera de Catalunya.

Justo ahora, con motivo del centenario de su muerte, se han programado distintas charlas, rutas, acuerdos con escuelas y exposiciones para dar a conocer la herencia cultural y social de este humanista.

Precisamente, una de las exposiciones más completas es “El legado de Domènech i Montaner”, que ya ha abierto sus puertas en el Centre Obert d’Arquitectura. Se podrá visitar hasta el 17 de septiembre e incluye más de 150 documentos originales conservados en el archivo del COAC, que reivindican todas las facetas de esta figura clave en la historia de Catalunya.

La obra domenequiana es, por tanto, primordial para entender el modernismo catalán, pero también para conocer a fondo los movimientos culturales europeos de su época.

Según el profesor Ramon, el legado de este arquitecto es, además, “muy coherente”. Buscando paralelismos, en la época contemporánea, cree que Domènech podría ser el predecesor de la figura de Oriol Bohigas, fallecido hace dos años. Ambos, por ejemplo, presidieron el Ateneu Barcelonès y dirigieron la Escuela de Arquitectura de Barcelona.

 

Àngela Zorrilla
Redacción Escola Sert


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