(Imagen: FP)

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Taxonomía europea, el pilar del marco de financiación sostenible de la UE

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El Acuerdo de París y la Agenda 2030 marcan el camino hacia una economía europea que deberá gestionar con eficiencia sus recursos y apostar por la circularidad. El sector financiero es clave en esta transformación, y las inversiones ambientalmente sostenibles buscan acabar con prácticas como el ‘greenwashing’. Esta transformación incluye a la arquitectura y a la construcción, sectores fundamentales para la descarbonización.

El concepto de finanzas sostenibles, acuñado en 2017, son el leitmotiv de la Taxonomía europea. La UE la define, brevemente, como “una vía para que inversores y empresas puedan diferenciar qué proyectos afectan (negativamente) al clima y al medio ambiente”.

La arquitecta y miembro de la junta directiva de Green Building Council España (GBCe), Eulàlia Figuerola, impartió una Sesión Sert sobre Taxonomía en la que comenzó radiografiando la situación actual: “estamos en un proceso en el que ya se aplica la transparencia en la información y en el reporte pero, de momento, no su cumplimiento”, señaló.

Bicicletas delante de un edificio sostenible

La taxonomía europea quiere crear un marco común de indicadores, una directiva y un reglamento común. (FP)

El concepto de finanzas sostenibles, acuñado en 2017, son el leitmotiv de la Taxonomía europea

Los antecedentes de la Taxonomía europea

La Taxonomía europea surge de una necesidad: Crear un marco común de indicadores, una directiva y un reglamento común. Este debe evaluar, por un lado, toda la actividad empresarial y, por el otro, los activos y objetivos de la inversión.

Se basa en los siguientes conceptos:

  • La Responsabilidad Social Corporativa (RSC) que a pesar de no ser uniforme ni estar regulada, muestra la voluntad y el interés de las empresas por reportar su actividad relativa a valores sociales o ambientales. 
  • Criterios ASG (Ambientales, Sociales y de Gobernanza), un marco, ahora sí, que vincula la filosofía de la RSC con la necesidad de medir, cuantitativamente, estos valores. “Introduce un grado de objetividad para el rendimiento financiero que pasa por mejorar o medir el impacto ambiental y/o social positivo”, definió Figuerola.
  • Inversión de impacto, que surge de la filantropía y que, además de querer impactar positivamente, busca la sostenibilidad financiera.

A nivel normativo, dos son los antecedentes de la Taxonomía:

  • Sustainable Finance Disclosure Regulation (2019), “el primer paso de la UE para estandarizar los informes energéticos y para transformar y ejecutar el plan de acceso al financiamiento sostenible”, explicó Figuerola.
  • Corporate Sustainability Reporting Directive (2023), que “regula la obligación de reportar informes no financieros y establece las normas de divulgación sobre la diversidad de las empresas. Amplía el ámbito de aplicación a aquellas que cotizan en mercados regulados y requieren de una auditoría externa”, compartió la arquitecta durante la sesión.

Lo que pretende el reglamento de Taxonomía es, en definitiva, estandarizar la terminología para el cumplimiento de ambas normas.

Taxonomía europea: una cuestión para los técnicos

En 2018, la UE publicó un informe elaborado por un grupo de expertos sobre las principales estrategias para ejecutar este plan de acción de financiación sostenible basado en dos urgencias:

  • La contribución de las finanzas a un crecimiento sostenible e inclusivo.
  • Reforzar la estabilidad financiera.

Y tres objetivos:

  1. Reorientar los flujos de capital hacia las inversiones sostenibles.
  2. La propia necesidad de contar con estas inversiones sostenibles.
  3. Incluir los riesgos ambientales en la sostenibilidad financiera y no en el riesgo financiero.

A partir de aquí, se establecen ocho acciones concretas, una de las cuales es la Taxonomía, que propone tres líneas diferentes:

  1. Proporciona claridad al mercado y transparencia al público.
  2. Facilita información transversal y unidad futura para una inversión.
  3. Es una herramienta de transición.
Trabajador de la construcción

La taxonomía propone tres líneas de actuación concretas. (FP)

La Taxonomía define seis criterios para considerar si una actividad es sostenible o no

En resumen, se concreta con el Reglamento (UE) 2020/852 para facilitar las inversiones sostenibles.

“Esto nos afecta a nosotros como técnicos. ¿Por qué?  Porque esta definición de actividades económicas son criterios técnicos que hay que justificar. Y somos los arquitectos los que debemos ayudar”, razonó Eulàlia Figuerola.

Para 2026 se espera que algún sector ya deberá alinearse con esta Taxonomía, cuando por ejemplo, pidan un crédito o liciten para una obra. “La Taxonomía será un activo más”, continuó la ponente.

Criterios, objetivos y justificaciones

La Taxonomía define seis criterios para considerar si una actividad es sostenible o no:

  1. La mitigación del cambio climático
  2. Adaptación al cambio climático
  3. Sostenibilidad y protección de agua y recursos marinos
  4. Transición a una economía circular
  5. Prevención y control de la contaminación 
  6. Protección y restauración de la biodiversidad y ecosistemas

Para que una actividad económica esté alineada con la taxonomía, primero tiene que demostrar que contribuye a uno de estos 6 objetivos ambientales, tiene que demostrar que no perjudica al resto y cumplir con las garantías sociales mínimas.

No obstante, Figuerola explicó que solo están definidos los criterios de contribución sustancial en los dos primeros y el que hace referencia a la economía circular. 

“Lo que hace la taxonomía es definir qué actividades son elegibles. Por ejemplo, en mitigación al cambio climático son aquellas que reducen las emisiones de GEI o las que implementen energías y recursos renovables”, definió.

En este sentido, continuó, existe un debate sobre si el sector de la construcción puede contribuir sustancialmente a la prevención y restauración de la biodiversidad y los ecosistemas y a la transición hacia una economía circular.

“El concepto de perjuicio significativo es importante si tenemos en cuenta el ciclo de vida  de todos los productos suministrados y servicios prestados. No se contribuye a mejorar, pero, en cambio, se mantienen las buenas condiciones o no se empeoran”, aclaró.

¿Cuáles son las principales actividades de la edificación?

  • Las nuevas construcciones.
  • La rehabilitación.
  • Adquisición y propiedad.

“Desde GBCe nos estamos centrando en estas tres actividades principales para intentar entender cuáles son los criterios justificativos”, señaló.

Foto de una supervisora de obra

Existe un debate sobre si el sector de la construcción puede contribuir sustancialmente a la prevención y restauración de la biodiversidad y los ecosistemas y la transición hacia una economía circular. (FP).

Verificación de la taxonomía con edificios reales

GBCe, indicó la experta en sostenibilidad, forma parte del Climate Europe Positive Alliance, un think tank que, desde el planteamiento paneuropeo, quiere tender puentes entre la política y la práctica. Su visión del entorno construido contempla tanto el medio ambiente como la viabilidad económica y las personas.

“Desde 2019 empezamos a estudiar estos criterios y justificaciones técnicas y en 2021 realizamos un estudio a partir de casos reales para determinar si el mercado inmobiliario estaba preparado. En España nos centramos en edificios nuevos, rehabilitados y de distintas tipologías para justificar esta taxonomía”, desarrolló Figuerola.

Estos fueron los resultados extraídos:

  • Alrededor del 41% de los edificios están certificados con herramientas de certificación de sostenibilidad.
  • En rehabilitación, ningún edificio demostró el 100% de los criterios justificativos, pero en cambio, cumplían con el criterio de mitigación.
  • En nueva edificación, la conclusión fue que la solo la mitad podía cumplir dos tercios de las justificaciones demandadas. Los más complejos eran los de adaptación al cambio climático, seguidos de contaminación y economía circular.
  • En adquisición y propiedad, solo el 15% podían cumplir dos tercios de los criterios técnicos.

“En nuestro sector existen dos fases, una de proyecto y otra de final de obra. Esto es importante porque hay que justificar cuál de estas fases se alinea con los criterios de la taxonomía”, indicó.

Eulàlia Figuerola indicó que estos números se deben, en parte, a la falta de datos: “no estamos acostumbrados a pedir ciertos datos y hay que empezar a hacerlo. En uno de los edificios analizados, sabíamos que cumplía porque estaba certificado y hablamos con los arquitectos. Sin embargo, no pudimos justificarlo porque nos faltaban datos de, por ejemplo, el análisis del ciclo de vida”, compartió con la audiencia.

La Taxonomía europea sigue evolucionando, y a pesar de que quedan detalles por pulir, será indispensable para acabar con el greenwashing y para que la sostenibilidad sea, efectivamente, un activo esencial de la actividad y recorrido de una empresa o de un proyecto.

 

Lucía Burbano
Redacción Escola Sert

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