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Inercias de apropiación

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UNIDOS CONTRA EL CORONAVIRUS

El confinamiento nos ha dejado imágenes características de estos tiempos extraordinarios. Hablamos de las escenas de animales ocupando espacios urbanos donde no se acostumbra a ver este tipo de fauna. ¿Debe ser sólo una anomalía temporal o nos puede marcar una nueva tendencia de futuro? Este artículo pretende profundizar en esta reflexión.

(Foto: Irina Iriser)

Mar de la plata, Argentina. Amanecer. Contrarias al confinamiento declarado en todo el país por el estado de alarma ante la crisis del Coronavirus, una treintena de individuos toman playas y escolleras con nocturnidad y alevosía. El día saliente va revelando indiscretamente sus cuerpos desnudos, estirados al sol, la piel sobre la arena, la carne sobre el asfalto, su cuerpo sobre el hormigón al rojo vivo.

Monmouthshire, Reino Unido. Media mañana. Un grupo de habitantes de diversas edades se apropia de los juegos infantiles del parque. No es la primera vez. Cada día, como una macabra rutina, se acercan al mobiliario urbano. Les encantan los juegos de arrastrar como la rueda de la noria y no renuncian a pesar de la prohibición de hacer uso de los juegos infantiles durante las restricciones por la pandemia.

Adelaida, Australia. Mediodía tocado. Calles desiertas, sin vehículos ni peatones, pero él, ajetreado, pasa como una exhalación, ahora salta de acera en acera, ignorando semáforos y pasos de cebra del centro histórico.

Simons Town, Sudáfrica. Media tarde. Tres adolescentes engalanados, se fugan de su hábitat y deambulan acera abajo, entre el silencio de las calles desiertas. Con mirada altiva, paso rápido y movimientos basculantes, se hacen reyes del espacio público.

Llandudno, Gales. Tarde. Un grupo de sujetos incívicos circula a gran velocidad por las calles, destrozando el ajardinamiento municipal y rompiendo mobiliario urbano de plazas y espacios verdes con total impunidad.

Marina Bay, Singapore. Tarde. Un par de familias se reencuentra en el parque botánico al caer el día. Primero sólo osaban acercarse a las puertas de Marina Bay, pero día a día han aprendido a ignorar la prohibición de hacer deporte y disfrutar del ocio en el espacio público. Ahora van cada día; juegan y campan desvergonzados por las instalaciones, haciendo un uso privilegiado.

En nuestra casa también se han visto escenas similares. Barcelona, madrugada. Un alma libre se aventura Balmes abajo en una inspección de reconocimiento no autorizada durante el toque de queda. La emprende con el mobiliario urbano y parece especialmente obsesionado en volcar papeleras modelo Barcelona hasta ponerlas boca abajo. Después, no contento con ello, se mueve por los espacios verdes de plaza Folgueroles.

Jabalíes en las ciudades

Otra imagen del confinamiento: jabalíes en las ciudades. (Getty Images)

"Todas las ciudades, pueblos y metrópolis están registrando ataques similares de una comunidad disgregada y heterogénea de especímenes incontrolados y desobedientes."

Estos días se acumulan las noticias que narran usos inverosímiles y no autorizados de nuestros espacios libres y abiertos, públicos y ajardinados. Escenas dantescas de incivismo, mal uso y discriminación en nuestros paisajes urbanos cotidianos. Paisajes ordinarios que amamos y sentimos tan nuestros, que hasta cuando no los utilizamos, necesitamos que sean respetados.

Desde todos los rincones del mundo anuncian escenas de ocupación de los espacios públicos y en algunos casos incluso de espacios privados. Homínidos nadando furtivamente en piscinas en Mumbai, depredadores sin alma invadiendo los greens de los campos de golf de Kenia y lobos solitarios rondando los límites de San Francisco.

Incomprensiblemente, contemplamos esta toma de posesión arbitraria e incontrolada con fascinación. Las imágenes que testimonian estas presencias en los paisajes de nuestro imaginario cercano y turístico nos trastornan por el embate global de un fenómeno espontáneo y no jerarquizado. Todas las ciudades, pueblos y metrópolis están registrando ataques similares de una comunidad disgregada y heterogénea de especímenes incontrolados y desobedientes. Ver estos usos insospechados sobre nuestros paisajes desconcierta y a la vez nos reta a una profunda reflexión sobre el diseño de los espacios comunes.

"¿Cómo reconciliamos biodiversidad y nuevos comportamientos? Cómo re-enfocamos integración y convivencia ahora que estamos rehabilitando la empatía de pensamiento y de acción?"

¿Realmente sabemos diseñar espacios públicos para todos? ¿A quién excluimos en el diseño de nuestros paisajes comunes? Si entendemos los espacios libres y abiertos como una infraestructura de biodiversidad capaz de incluir e integrar la ajena, ¿que puede dar pie a estos comportamientos incívicos nunca vistos hasta el momento? ¿Es el diseño material que condiciona el uso de los espacios? ¿O nuestra territorialidad animal propicia la tendencia al empleo de manera inherente? ¿Como podemos reconciliar sostenibilidad, biodiversidad y territorialidad de las especies clave en nuestros paisajes? Quizás hemos refinado el arte de proyectar sin elaborar suficiente la empatía sobre la que basamos los análisis de nuestros proyectos.

Ahora que podemos repensarlo todo desde nuestra inmovilidad forzada, redescubrimos la atrofiada empatía. Un sentimiento de solidaridad que nos acerca a los más afectados, a los familiares, a los vecinos y nos confronta con los insolidarios. Una empatía que extendemos ahora también a los seres vivos, fauna y flora, que sabemos necesarios para nuestra salud. Y nos reconciliamos con lo más humilde, el mundo vegetal que, aunque limitado de desplazamiento no es inmóvil. Como la flora, nos abocamos ahora a nuestros balcones y terrazas, mirando hacia arriba y hacia la luz. Pero la vegetación y sus ciclos inexorables no improvisan como nosotros. Nuestra táctica de confinamiento tendrá fecha de regreso y se acabará la limitación de desplazamiento temporal. A pesar de ello, ajenos a su temporalidad, la ausencia de nuestra movilidad es aprovechada por los oportunistas que van desplegando nuevas inercias de empleo.

Oportunistas que señorean por nuestras calles y espacios públicos tan antropocéntricamente diseñados, amenazando con una desgentrificación progresiva. Se aprovechan de la reducción de nuestra movilidad envalentonados por la disminución de la contaminación ambiental y acústica, para reclamar nuestros espacios abiertos.

¿Como haremos frente a esta serie de episodios globales que se repiten en nuestros paisajes urbanos durante la desescalada post cuarentena? ¿Tendremos que renegociar de grado o por fuerza con aquellos oportunistas de desobediencia recalcitrante? ¿Cómo reconciliamos biodiversidad y nuevos comportamientos? ¿Cómo reenfocamos integración y convivencia ahora que estamos rehabilitando la empatía de pensamiento y de acción?

Si practicamos la empatía transversal aprendida estas semanas quizás podríamos imaginar como reocupar los espacios comunes, sin ser prisioneros de las antiguas inercias. Podríamos aprender a desproyectar la ciudad, abriéndola a la diferencia y abogando por una nueva belleza que emane de la empatía. Repensamos la especialización de nuestros paisajes urbanos para no perder más de vista la vida. Leones marinos, corderos, canguros, pingüinos, cabras, nutrias o jabalíes han vencido las inercias de empleo del ecotono para recordarnos que queremos ver ciudadanos, medusas y cisnes en los canales de Venecia, como parte intrínseca de su patrimonio cultural y natural.

 

#joemquedoacasa

 

Marina Cervera y Josep Mercadé
Arquitectos
55º día de confinamiento

Este post es un artículo que también podrás leer junto a otros más en el libro Arquitectura desde casa: crónicas del confinamiento. Puedes descargarlo en el siguiente enlace.

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