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Edificación y rehabilitación

La arquitectura y la economía circular, unidas por la descarbonización

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La noticia no es que la arquitectura busque incorporar aspectos de sostenibilidad, sino que contribuya a la descarbonización, sumándose a transformar la economía lineal en circular. ¿Cómo? Con la gestión integral del ciclo de vida del edificio.  

El entorno construido no es solamente arquitectura, diseño y urbanismo. Los edificios forman parte del sistema económico de países y ciudades. Son inversiones que se planifican y ejecutan para satisfacer una demanda concreta para desarrollar una actividad que fundamenta su construcción.

Y como en cualquier otro sistema económico, la arquitectura puede adoptar criterios lineales o circulares. La arquitectura circular, basada en el ecodiseño, se alinea con la sostenibilidad e incide en el uso de los recursos. Promueve la sostenibilidad a través del uso de materiales biodegradables, así como los sistemas constructivos que faciliten el desmontaje en lugar de la demolición. También fomenta la eficiencia energética con el empleo de recursos renovables para optimizar el desempeño del edificio durante su vida útil.

La gran meta es conseguir una economía descarbonizada —con emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) neutras en 2050—. Para lograr este objetivo, la circularidad ha cobrado relevancia como una estrategia que permite alcanzar los objetivos marcados por Europa. El sector de la construcción, responsable del 40% del consumo energético global y del 40% de emisiones GEI, es un sector clave y urgente a descarbonizar.

Representación conceptual de los beneficios de la descarbonización

La economía circular es una aliada básica en el objetivo de conseguir emisiones neutras de carbono. (GettyImages)

La economía circular va más allá de la gestión de residuos

Arquitectura y construcción circular, mucho más que la gestión de residuos

Solemos asociar la economía circular únicamente con la gestión de los residuos que genera una edificación, pero estos criterios forman parte de una estrategia holística que implica todo el ciclo de vida del edificio.

La fase de diseño es fundamental en la planificación. También influye en la toma de decisiones que coordinarán el proceso constructivo y determinarán el funcionamiento del edificio durante toda su vida útil.

“Debemos tener en cuenta los impactos ambientales de todo lo que prescribimos a la hora de proyectar, es decir, el tipo de sistema constructivo, las instalaciones y materiales que vamos a utilizar, ya que inciden directamente en el desempeño y el valor residual del edificio al final de su vida útil”, explica Yeny Márquez, arquitecta en JG Ingenieros y directora del curso de verano sobre economía circular y estrategias de descarbonización aplicadas a la edificación de la Escola Sert.

Estrategias de arquitectura circular desde una perspectiva del ciclo de vida del edificio.

Proyectar pensando en el ciclo vital del edificio requiere de una visión transversal y multi escalable. Esta concepción, entre otras estrategias, considera que los materiales y sistemas constructivos sigan los criterios de ‘diseño para el desmontaje’. Ya sea que se trate de un edificio de nueva construcción o existente, es posible entender al edificio como un banco de materiales (BAMB).

De este modo, se pueden implementar estrategias que los conserven y los revaloricen en el tiempo. “Así también se facilita la gestión de los recursos al final de su vida útil, lo que incrementará el valor residual del edificio”, comparte la arquitecta.

Sobre los segundos, la industrialización es la apuesta más extendida, gracias a su rapidez y seguridad en el montaje y desmontaje. Para Márquez, este proceso podría presentar algunas limitaciones a nivel de forma y considera que estas restricciones son un desafío para los arquitectos. Estos profesionales deben apropiarse de estas técnicas para enriquecer su repertorio de diseño. Así aprovecharán beneficios como la optimización del tiempo o un mayor control de los impactos ambientales.

Estas limitaciones también son visibles en el código técnico. Por ejemplo, este debe “actualizarse con urgencia”, sobre todo el catálogo de elementos constructivos e incluir nuevos materiales con prestaciones enfocadas en los criterios de circularidad y el concepto de descarbonización.

“Los sectores de la construcción y el inmobiliario se ejecutan con lentitud. Un proyecto que se diseña hoy y cumple con el código técnico vigente, tal vez ya no lo haga cuando concluya la construcción del proyecto”, señala.

Existe un desfase en el contexto de la crisis climática, crítico para el edificio y el inversor. Además, el desajuste puede provocar una obsolescencia prematura por cuestiones climáticas debido a los cambios normativos y la incertidumbre que generan.

Infografía descarbonización en la construcción

El sector de la construcción es responsable del 40% del consumo energético global

Gestionar el edificio por capas

¿Se puede alargar la vida útil de un edificio? Esta vive condicionada, principalmente, por la actividad para la que se diseñó. Cuando dicha actividad deja de existir por la razón que sea,  nos queda un edificio que deberá ser transformado o demolido.

“Esto nos indica que la vida útil del edificio es dinámica y no estática, con ciertos puntos de inflexión que pondrán a prueba la resiliencia del edificio para adaptarse a los cambios. Podemos hacer estrategias de resiliencia basadas en criterios de circularidad para edificios nuevos o existentes desde la comprensión holística de su ciclo de vida”, indica.

Márquez explica que un edificio puede dividirse, según publicó el escritor Stewart Brand en su libro ‘How Buildings Learn: What Happens After They're Built’, en distintas capas. Cada una tiene vida útil determinada:

  1. La parcela: infinita, pero sujeta a alteraciones.
  2. La estructura: de 30 a 300 años.
  3. La envolvente: de 20 a 50 años. Bien diseñada, las reparaciones deberían ser mínimas.
  4. Servicios mecánicos, energéticos o de fontanería: de 7 a 15/25 años.
  5. Interior: De 3 a 30 años.
  6. Acabados: 1 año
Infografía economía circular

La flexibilidad y la adaptación en un edificio se puede considerar de varias formas

“La flexibilidad y la adaptación en un edificio se puede considerar de varias formas, por ejemplo, hay proyectos que incluyen un diseño para desmontaje en todas las capas del edificio excepto en la capa de la estructura porque es la más duradera y puede modularse para ser reciclada o reutilizada en otro uso futuro”, ejemplifica.

La arquitecta explica que las estrategias de demolición selectiva han cobrado muchísima fuerza y que pueden comportar ahorros del orden del 20%. “Se han llevado a cabo varios proyectos también financiados con recursos europeos para investigar estos temas. Consisten principalmente en segregar los materiales por tipos e intentar desviar lo máximo posible del vertedero. Un ejemplo es el proyecto VALREC del GBCe”, comparte.

La economía circular permite que los materiales puedan reincorporarse al sistema económico mediante diversas acciones asociadas al reciclaje o reutilización directa. Sin embargo, existe un matiz, y es que hay materiales que modifican sus prestaciones si pasan por un proceso de reciclaje.

“Por ejemplo, el hormigón, que, dependiendo el tipo, reciclado puede utilizarse en rellenos de suelo o muros no estructurales, pero podría no ser apto para elaborar estructuras prefabricadas postensadas, según sea el caso, desde luego. Cabe destacar que cada vez se avanza más en el tema y cada vez la calidad de los materiales reciclados es mejor”, detalla.

Infografía sobre las 7R de la economía circular

Softwares para diseñar pensando en la circularidad y la descarbonización

Cada vez existen más herramientas digitales que nos apoyan para medir los impactos ambientales desde la fase de diseño arquitectónico. Por ejemplo, tenemos  One Click o EC3 Tool, que incluyen el Análisis de Ciclo de Vida (LCA) y la huella de carbono, como indicadores medibles que nos ayudan para elaborar estrategias de descarbonización en edificios. 

“La descarbonización no se puede conseguir sin el uso de la tecnología. La necesitamos para medir y diseñar en base a los datos y su monitorización constante. La metodología BIM es esencial para la gestión integral del ciclo de vida del edificio entendido como un banco de materiales. Es un método que podemos combinar con las aplicaciones del Facility Management para la recopilación de datos de desempeño del edificio, facilitándonos la toma de decisiones en cuanto a los impactos ambientales durante la fase de operación”, explica.

La arquitecta menciona también el diseño generativo, en el que interviene la aplicación de algoritmos que permiten automatizar los procesos. También resalta el uso de la Inteligencia Artificial como un salto tecnológico, que, además, cambiará la manera de proyectar los edificios.

“El objetivo de este tipo de diseño es facilitar la toma de decisiones mediante el uso de los datos. Al introducir los parámetros se reproducen una cantidad de soluciones, permitiendo al arquitecto, en relativamente poco tiempo, valorar distintas opciones como respuesta a una misma problemática de proyecto”.

¿Cuál es, entonces, la labor del arquitecto?  La tecnología va a más y cada vez nos permite mejor trazabilidad de los materiales y sistemas de los edificios, recopilando datos que nos sirven para medir y mejorar su desempeño en todo su ciclo de vida. Debemos aprender a interpretar los datos y discernir entre todas las opciones disponibles para elegir la más relevante.

“Tenemos que enriquecer nuestra manera de diseñar, lograr una simbiosis entre el diseño funcional y el diseño para el bienestar, que además de las personas, incluye también al medio ambiente. Sustentar un diseño arquitectónico basado en la ciencia y en los datos mediante el uso de las herramientas digitales” reflexiona.

Aunque admite, que, “a día de hoy, aún no podemos hablar aún de una arquitectura que permita diseñar edificios 100% circulares”. En este sentido, existen ejemplos, como el edificio de oficinas Sócrates en Viladecans donde se aplicaron metodologías como la elaboración del pasaporte de materiales.

“El 84% de los materiales utilizados cuenta con un tipo de certificación Cradle to Cradle y el 88% de los materiales del edificio se podrá gestionar y desviar del vertedero al final de su vida útil. Otro ejemplo es el proyecto Reusing Posidonia en las Islas Baleares. Cada vez son más las opciones de materiales sostenibles disponibles”, destaca.

La demanda por descarbonizar la arquitectura llega, principalmente, del sector público, condicionada por el contexto europeo. Pero el sector privado tampoco está al margen. Entre otros motivos, por los llamados bonos verdes, unos fondos de financiación que premian el impacto ambiental positivo que pueda tener un edificio.

“Ofrecen mejores condiciones económicas o amortización en plazo o tipo de interés en los financiamientos de proyectos que optimizan su desempeño ambiental, lo que se transforma en un incentivo para adoptar estrategias de este tipo”, detalla.

Sucede algo similar con las empresas que cotizan en bolsa, las que deben reportar su impacto ESG (environmental, social and governance), en donde se evalúan positivamente las estrategias de descarbonización para sus activos o portafolios inmobiliarios, a la vez que la implementación de estas estrategias permite que sus edificios se valoricen en el mercado.

La arquitectura, por tanto, además de en el medio ambiente, también incide de forma importante en la economía, al estar vinculada a uno de los sectores clave en la transición hacia una economía descarbonizada.

Y la circularidad, que cubre ambos ámbitos, es el nexo de unión para alcanzar la descarbonización en nuestras ciudades, comenzando por nuestros edificios, calculando, minimizando y compensando todos los impactos que estos puedan generar durante todo su ciclo de vida.

 

Lucía Burbano
Redacción Escola Sert

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