La hora de la arquitectura cooperativa
Lo que antes parecía inamovible, el concepto de propiedad privada ligado a la vivienda, ya no lo es. El modelo cooperativo, extendido a otros sectores, ha llegado a la arquitectura para demostrar que otra forma de vivir es posible.
Así funciona el modelo de viviendas cooperativas
La arquitectura cooperativa tiene una de sus principales áreas de actuación en el ámbito de la vivienda social colectiva. Esta forma de propiedad alternativa también requiere de la creación de proyectos que se salgan de las formas más comunes de actuar en la edificación.
Las viviendas cooperativas se basan en dos principios: un modelo de cesión de uso y la propiedad colectiva. Si vamos por partes, la primera propone un nuevo modelo de tenencia de vivienda, en el cual las personas residentes adquieren un derecho de uso sobre las viviendas. El propietario del edificio es un colectivo de personas constituido en cooperativa.
Interior de las viviendas del proyecto viviendas La Borda (Lacol)
Las viviendas cooperativas se basan en dos principios: un modelo de cesión de uso del suelo y la propiedad colectiva.
¿Son pisos públicos? El suelo donde se edifican las viviendas puede ser propiedad de la cooperativa o una cesión por parte de la Administración por un tiempo determinado. Para participar en un concurso de cesión de uso, el primer paso es constituirse como cooperativa y contar con los técnicos, un modelo de convivencia y un plan económico ya diseñado.
“Nosotros, los arquitectos, empezamos a trabajar en estos proyectos en una fase muy inicial; desde cómo conseguir el solar o edificio público o privado, definir las necesidades del grupo y realizando estudios preliminares para ver si estas expectativas pueden cumplirse desde el punto de vista espacial y económico”, explica Carles Baiges, arquitecto de Lacol, estudio que dirigirá la primera edición del curso Introducción a las cooperativas de vivienda en cesión de uso.
Momento de la construcción de las vivienda de la Balma (Lacol-La Boqueria)
Participación y decisiones colectivas
En paralelo a las fases habituales que dividen un proyecto arquitectónico, existen una serie de cuestiones que se trabajan con el grupo y cuyas decisiones deben consensuarse antes de pasar a la siguiente fase.
“Dentro de la cooperativa, algunos temas se deciden con toda la asamblea o en una comisión dedicada a arquitectura. El hecho de trabajar en comunidad nos hace estar atentos a cosas que antes quizá ni considerábamos porque son colectivos con necesidades normalmente no resueltas, como pueden ser los niños y niñas o la gente mayor”, comparte Baiges.
Incorporar criterios de sostenibilidad suele ser otro de los deseos del grupo. En este caso, no se trata de soluciones caras ni de máquinas que requieran mucho mantenimiento, sino que habitualmente se diseñan sistemas pasivos o se utilizan materiales con una huella de CO2 nula o mínima.
“La cooperativa es una construcción muy social".
Acostumbrado a comunicarse con un único interlocutor, hacerlo con un grupo que además no tiene experiencia en diseño o construcción requiere de “un cambio de chip”. Esto implica “un cambio en el lenguaje empleado, adaptar las herramientas de trabajo a personas sin formación técnica o establecer mecanismos de decisión como grupo y que el arquitecto sea quien ayude a ejecutarlo”, enumera Baiges.
Los espacios comunes, la zona ‘noble’
Si el abordaje de los proyectos arquitectónicos cooperativos es innovador, más interesante es el concepto de espacio público/privado, cuyo valor se tergiversa si lo comparamos con un proyecto ‘convencional’; las zonas comunes se reducen al espacio entre la entrada de la finca y el ascensor y su orientación no es la más favorable, para destinar la mayor parte de los metros cuadrados a las viviendas.
“La cooperativa es una construcción muy social. El espacio y la circulación del edificio es fundamental y se diseñan para generar interacciones entre vecinos en las zonas comunes. A menudo supone un sobreesfuerzo, como nos está pasando en un proyecto en construcción en Manresa, en el cual tenemos que adaptar la escalera, que queremos que sea abierta y agradable, a fuertes medidas contra incendios”, ejemplifica.
Iluminación natural en el proyecto de La Borda (Lluc Miralles)
Baiges afirma que esta innovación es posible porque se trata de proyectos que se diseñan para un grupo de personas “reales”, no pensando en un usuario estándar definido por el mercado inmobiliario.
“Parte de la tarea del arquitecto es aportar más información y hacer pedagogía. También avisamos que este modelo no es para todo el mundo, que te ha de gustar vivir en comunidad”, explica.
Cómo se financia la arquitectura cooperativa
El primer paso, entonces, es constituir el grupo tractor y definir el lugar. A medida que se van aterrizando los detalles se empieza a definir el tamaño de las viviendas, a buscar más futuros inquilinos que se unan al proyecto o las necesidades económicas que perfilarán la inversión inicial necesaria.
Revisando los planos del proyecto La Borda (Lacol)
Por ejemplo, en La Balma, promovido por la cooperativa Sostre Cívic con Lacol en el equipo de arquitectura, el 20% del proyecto de construcción del edificio se financió con el capital social aportado inicialmente por los cooperativistas y el 80% a través de la financiación de la banca ética Fiare.
Cada usuario abona una cuota mensual de entre 600€ y 800€, que permite devolver el préstamos bancario y que incluye los gastos de los espacios comunes. Si decide abandonar su vivienda, el usuario recupera el total de su capital inicial.
Baiges señala que actualmente en Barcelona existen una veintena de proyectos que o bien ya están funcionando o que cuentan con un solar adjudicado. La arquitectura cooperativa en Catalunya comenzó en 2014, impulsada por entidades como la mencionada promotora Sostre Cívic. Fuera de España, Suiza, Quebec, Uruguay o Dinamarca son los países que más apuestan por este modelo disruptivo de tenencia de suelo.
Espacio común en La Balma (Lacol)
La arquitectura cooperativa ya está recibiendo importantes reconocimientos en el sector
Una arquitectura de premio
La arquitectura cooperativa ya está recibiendo importantes reconocimientos en el sector. Lacol, y su proyecto de viviendas La Borda, ganaron la categoría de Arquitectura Emergente de los Premios de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea - Premios Mies van der Rohe 2022. Su proyecto fue elegido entre un elenco de 532 obras de 41 países.
“No nos premian únicamente a nosotros, sino que pone en valor esta alternativa de convivencia, de aproximación a la vivienda. El premio de 2021 concedido a Lacaton & Vassal ya apuntaba hacia esta dirección,” valora Carles Baiges.
El arquitecto recuerda que la aproximación a la vivienda colectiva ya vivió un auge y expansión en la postguerra de la Segunda Guerra Mundial, cuando se edificó mucha vivienda social. Sin embargo, desde entonces, pocas cosas han pasado y ahora ha llegado el momento de reconocer su valor.
Lugares exteriores en La Balma (Milena Villalba)
“La arquitectura convencional es más rígida y no se adapta a los cambios personales, de convivencia o a los modelos actuales de familia. La cooperativa permite, en cambio, que nos replanteemos cómo funciona una vivienda, cuestionarnos ciertos modelos y adaptarnos a las necesidades de los usuarios”, reflexiona.
Esta flexibilidad se ejemplifica además de otra manera. Por ejemplo, no se descarta el intercambio de pisos entre usuarios si se producen circunstancias vitales que así lo requieran, ya que el concepto de vivienda cooperativa no se rige por los mismos términos legales que un contrato de compra o alquiler. Para Baiges, esto abre un mundo de posibilidades que antes ni existían.
Lucía Burbano
Redacción Escola Sert
Curso sobre cooperativas de vivienda donde se profundizan en los detalles de los aspectos que definen este modelo participativo y que cuenta con una dilatada trayectoria internacional.