Urbanismo y personas: las ciudades son de sus habitantes

​Salud, bienestar social y medio ambiente en las ciudades

Poner la vida en el centro del urbanismo. Tan fácil y tan difícil como esto. El interés de la planificación urbana está virando hacia tres ejes relacionados entre sí:

1. La salud comunitaria, entendida, por ejemplo, como la calidad del aire que respiramos.

1. El bienestar social, o que la ciudad sea más amable en las tareas cotidianas; también recibe el nombre de ciudad de los cuidados. 
2. El medio ambiente, enfocado al cuidado del hábitat y de los suelos no urbanizables que nos rodean y que son un gran pulmón: los bosques o la agricultura.

“La gran dificultad es que esto representa un cambio de paradigma”. Es lo que dice Mònica Beguer, codirectora del curso Urbanismo al servicio de las personas. Salud, bienestar social y medio ambiente de Escola Sert, junto con Helena Cruz. Las dos son socias del despacho TerritorisXLM y expertas en las necesidades de las ciudades y los territorios contemporáneos.

La covid-19 ha acelerado este cambio, “nos ha hecho entender que esto es mucho más urgente de lo que creemos”. La pandemia ha priorizado la salud y ha hecho que nos demos cuenta de cómo el bienestar se entiende y se vive de forma muy diferente si vivimos en infraviviendas o si habitamos en espacios más generosos, tanto a escala de viviendas como en el ámbito urbano. “A menudo, los congresos de urbanismo ignoran la urgencia climática, y se intenta justificar apelando a que es una cuestión de los ambientólogos, no de los arquitectos”, lamenta.

“Venimos de una inercia de muchos años y de un mundo capitalista que establece unas reglas del juego que son complicadas de cambiar, a pesar de que siempre hay margen para hacer las cosas de otro modo”, apunta en positivo Mònica Beguer.

El terreno de juego es la Ley de Urbanismo, que permite repartir y cuantificar derechos y deberes. Los jugadores son los técnicos y los políticos, encargados de apostar por los aspectos cualitativos no recogidos por las leyes. ¿Cuál es la mejor manera de diseñar una ciudad? ¿Cuáles serán las prioridades? ¿Productivas y económicas? ¿De calidad de vida y vecinal? ¿Las calles serán amables con los peatones o favorecerán el vehículo privado? ¿Basta con conceptos como el de “supermanzana”?

​Urbanismo táctico, un concepto “antiguo” que vuelve

Acupuntura urbana, urbanismo táctico… son conceptos que están siendo recuperados y que se alinean con los nuevos objetivos urbanos. “La acupuntura urbana quiere mantener los elementos preexistentes y actuar de manera más puntual y menos agresiva para conseguir la mejora urbana de un determinado lugar”, la define Beguer. “El urbanismo táctico hace una actuación mínima, después observa cómo los usuarios se relacionan con esta intervención y a partir de aquí se evalúa y se generan aprendizajes”, añade.

Hay ciudades y pueblos líderes en aplicar este cambio de paradigma. Algunas, como Vitoria, fueron pioneras con su anillo verde, el conjunto de parques que rodean la ciudad y que tiene su origen en un proyecto de restauración ambiental iniciado en 1993 que ha transformado la periferia degradada en un espacio natural de alto valor ecológico.

Pontevedra y su estrategia de pacificar el centro o París y el concepto de ciudad de los 15 minutos son otros ejemplos que Mònica Beguer cita, a pesar de que no se olvida de Barcelona y su apuesta para convertirse en una ciudad de barrios.

“Se habla poco sobre el nuevo 22@, que es la apuesta por una ciudad mixta que quiere mantener sus elementos preexistentes cuidando de la cotidianidad y a la vez manteniendo y fomentando el tejido productivo dentro de la ciudad”, apunta.

​Europa señala el camino para poner a las personas en el centro

Tenemos claro que el urbanismo debe poner al ser humano en el centro. Pero, ¿por dónde empezamos? “Proyecto a proyecto, el gran cambio sucederá cuando las leyes se adapten, dado que, desgraciadamente, sin instrumentos que nos obliguen a hacerlo, dependemos de la voluntad de los técnicos y de los ayuntamientos”, argumenta la experta.

En este sentido, la Unión Europea podría ser la gran impulsora mediante mecanismos como los Fondos Next Generation y la Agenda Urbana 2030, dos instrumentos que se alinean con estos objetivos.

En Cataluña, Berga es un ejemplo de aplicación, con la planificación de acciones y orientaciones estratégicas para el casco antiguo y su relación con otras áreas de la ciudad desde una perspectiva estructural en cuanto a su configuración física y socioeconómica. Este plan es el resultado de un proceso amplio de participación institucional y ciudadana.

La participación ciudadana es otro factor clave, porque es una herramienta que permite que técnicos y políticos den respuesta a necesidades “reales”.

El siguiente paso sería, según Beguer, una mayor transparencia sobre el gasto del dinero público para entender cuál es la rentabilidad de la inversión dedicada para lograr estas necesidades. Esto también sirve para generar aprendizaje.

​Diagnóstico integral y datos de acceso abierto

Hay valores que podemos medir, pero existen aspectos “cualitativos” que no se pueden cuantificar con la misma metodología. “En el curso que se imparte en Escuela Sert incidimos en cómo elaborar un buen diagnóstico integrado, que incluye esta participación y trabajo de campo y que nunca pueden ser solo técnicas”, explica la arquitecta y urbanista.

Este proceso también sirve para establecer los indicadores que permiten evaluar los resultados, a pesar de que, según cuenta, este punto es complejo porque el impacto no suele valorarse al día siguiente de entregar un proyecto urbano, sino años después. “Desde nuestra parcela, lo que proponemos es que estos planes incluyan una estrategia de evaluación y seguimiento para definir cuáles son los indicadores que nos dicen dónde hay que incidir de forma prioritaria”, continúa.

La base para estos indicadores son los datos de acceso abierto, como el censo o el padrón, que sirven para construir otros nuevos que son resultado del trabajo de campo, las entrevistas con técnicos municipales y la participación ciudadana. He aquí la palabra integrado.

Un urbanismo a escala humana es una meta que todo el mundo comparte, en mayor o menor medida. De aquí que cada vez más el tema esté en la agenda de la conversación mediática (y, por lo tanto, política), donde es inevitable encontrar posiciones apriorísticas e ideológicas que contaminan el concepto mismo de urbanismo al servicio de las personas.

Ahí está la importancia capital, en el caso de los profesionales de la arquitectura, de formarse apropiadamente y de conocer las herramientas y los instrumentos que permiten a los expertos ofrecer soluciones a la necesidad de humanizar nuestro entorno. Nada más y nada menos.

Lucía Burbano
Redacción Escola Sert